Lector de huellas. Elemental, mi querido smartphone.

Vaya, vaya. Lo que antes parecía propio de espías y misiones imposibles, se ha vuelto rutina. Coges tu smartphone, colocas el dedo sobre el lector de huellas y, voilà, pantalla desbloqueada. O aplicación iniciada, pago realizado, y -voilà nuevamente- pantalla bloqueada. Si las huellas dactilares sirven para identificar a un ser humano de manera confiable, era cuestión de tiempo que se generalizase el uso de esta dactiloscopia de bolsillo como método de reconocimiento cotidiano. Y allá dónde teníamos que escribir contraseñas más largas que un domingo con la suegra, nos limitemos ahora a colocar la huella para atestiguar que nosotros somos eso: nosotros. Como casi todas las c

Huella
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osas de este mundo (tecnológico) tienen su porqué y su justificación, vamos a darle a este hallazgo el lustre que se merece. Empezamos.

Lector de huellas: Tipos

La tecnología que se encuentra detrás del reconocimiento de huellas digitales es variada. Óptica reflexiva, capacitiva, mecánica, térmica, de salida dinámica… Con todo, los principales tipos de dispositivos son:

Lector óptico: Funciona prácticamente como una cámara digital. A través de varias fotografías, determina un patrón original de huella que compara y verifica cada vez que colocamos el dedo sobre él. La seguridad no es su fuerte, ya que no diferencia entre una huella real y una impresión en 2D de la misma.

Lector capacitivo: Es el incluido en la mayoría de smartphones. Bastante más seguro que el anterior, funciona con la carga de pequeños condensadores que detectan el relieve (las crestas) de la huella. A mayor número de condensadores, mejor resolución y experiencia de uso. Es la diferencia entre tener que deslizar el dedo por encima del lector para que nos reconozca (peor aún, para que diga “reintentar”) o simplemente posarlo sobre él. Un lector por condensadores de calidad media/alta es mucho más difícil engañar que uno óptico. Los resultados no se pueden replicar con una imagen y es increíblemente difícil confundirlo usando algún tipo de prótesis, ya que materiales diferentes a la piel humana registran cambios en la carga de los condensadores. Los únicos riesgos de seguridad reales provienen de la piratería de hardware o software.

Lector por ultrasonidos: Como en una ecografía, se lanzan una serie de ondas ultrasónicas que al rebotar en el dedo generan un patrón de huella práct

Lector trasero
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icamente idéntico a la original. Se genera así una huella digital en 3 dimensiones. La naturaleza tridimensional de esta técnica de captura lo convierte en una alternativa aún más segura que los lectores por condensadores.

Aparte de estas diferencias de hardware, otros componentes adicionales y software también juegan un papel importante en el funcionamiento de los lectores. Éstos son acompañados por circuitos dedicados a interpretar los datos escaneados, gracias a diversos algoritmos para identificar características clave de las huellas, y transmitirlos al procesador del smartphone, donde se guardan de forma segura y cifrada.

¿Dónde tocas? ¿Y por qué tocas?

Ya tenemos claro qué tipo de lector de huellas podemos encontrar en un smartphone. Ahora toca saber dónde. Más que nada, para poner el dedito encima. Lo más habitual es hacerlo en el frontal del dispositivo, a modo de botón de inicio. De su forma y tamaño va a depender el diseño de pantalla del smartphone. Los hay discretos y funcionales –Apple, Samsung, ejemplo- y algunos menos ergonómicos, cuando no directamente aberrantes (omito marcas por no resultar faltón).

En otros modelos, el sensor se integra en la carcasa trasera. Al principio surgió por mera necesidad en dispositivos que carecían de botón home físico. Terminales de Huawei, LG o el Google Pixel son ejemplos de esta tendencia.

Ya hemos puesto el sensor por delante y por detrás. Aún nos queda el lateral. Sería la ubicación ideal por lógica y comodidad, ya que se encuentra al alcance de la mano cuando lo sujetamos. Pero no es compartida por todos los fabricantes. Modelos de Sony, algún Huawei y Vernee, y bastantes chinorris sí lo hacen.

Cubiertos todos los frentes, la última innovación es la de colocarlo bajo (o dentro de) la pantalla. En el pasado CES 2018, el fabricante Vivo presentó un modelo con este tipo de lector, llamado Clear ID sensor. Las primeras impresiones informan de que presenta una respuesta un poco más lenta de lo habitual, pero ¿quién dijo que innovar fuese fácil?

Ventajas del uso del lector de huellas

Estamos tan habituados a poner el dedo sobre el lector que quizá hemos perdido de vista las ventajas que nos brinda de forma habitual. Si tomamos cierta perspectiva, veremos que nos aporta:

Lector bajo pantalla
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Privacidad. Un pin es replicable. Una contraseña, descifrable. Una huella es más difícil de imitar. Con ella no solo accedemos a nuestro terminal. También podemos proteger el acceso a aplicaciones o archivos con mayor seguridad.

Rapidez. Se pueden asignar distintas funciones a otras tantas huellas de los dedos de la mano. Eso implica mayor celeridad en la apertura de aplicaciones o la confirmación de contraseñas.

Control parental. Si vuestros mocosos están acostumbrados a jugar con el smartphone de papá/mamá, es interesante configurar una huella. ¿Para qué? Pues para restringir el acceso a según qué aplicaciones o qué carpetas. No quiero decir con esto que papá/mamá tengan nada que esconder. O sí. Que los críos son muy impresionables.

Pago seguro. Más rápido y seguro que introducir una contraseña es confirmar pagos usando la huella dactilar.

Caminante, son tus huellas… biométricas

Como diría el santo, la creencia ya no es cuestión de poner el dedo en la llaga, sino la huella en el lector. Demostrar en el dispositivo donde guardamos toda nuestra vida digital que somos genuinamente nosotros, es una afirmación más de nuestra individualidad frente al grupo. Y lo hacemos -pasmaos- con un dedo. No es extraño que me venga arriba y sin temor al ridículo parafrasee al gran Antonio Machado: “Caminante, son tus huellas / el acceso y nada más. / Caminante, no hay contraseñas, / se accede al smartphone al presionar”.

Tras semejante despropósito, mejor será que me calle… hasta la próxima (si es que la hay). Podéis ir en paz.

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